
¡Hola! Soy Raquel y a los 10 años lo vi claro. Cogí mi diario y escribí que quería ver el mundo. Bueno, también puse que iba a ser actriz y que me iría a Reino Unido para casarme con Tom Felton (sí, el niño rubio malvado de Harry Potter).
Pero bueno, el caso es que me apunté a clases de inglés extraescolares y con 15 años me fui por primera vez a pasar un mes fuera de casa. Lo de Tom Felton no lo tenía ya tan claro pero lo de Reino Unido, vaya que si lo cumplí.
Pasé un mes en una ciudad pequeñita al sur de Inglaterra haciendo un curso de inglés y con una familia de acogida odiosa que hacían sandwiches de mantequilla con mi jamón serrano. Digo odiosa no por lo que le hicieron al jamón, sino porque un fin de semana me echaron de casa para irse de vacaciones.
En ese momento no le di mucha importancia. Tenía a la gente del curso que eran increíbles y parecía que nos conociésemos de toda la vida (en especia mi amiga Leti que me acogió en su casa). Fue ahí donde me di cuenta cómo los viajes y las experiencias fuera de casa unen a la gente de una manera distinta y maravillosa, casi inexplicable.
Al año siguiente repetí experiencia pero al volver estaba muy perdida. Porque claro, ¿qué sabes tú qué narices quieres hacer con tu vida a los 17?
En el colegio nos trajeron una coach y a mí me pareció que esta mujer me habló claramente: «Raquel, ¿pero tú como te ves en 10 años? Entonces vete retrocediendo, ¿qué tienes que hacer ahora para conseguirlo?»
De entre todas las opciones (que por entonces pensaba que existían), decidí que hacer Administración de Empresas en inglés me iba a permitir trabajar en el extranjero en el futuro. Así que así fue como me planté en la universidad para hacer una carrera entera en inglés.
El primer examen obviamente lo suspendí y me entró la depresión. A mi, que siempre se me había dado bien eso de aprender y sacar buenas notas. Menudo chasco y en menudo berenjenal me estaba metiendo complicándome así la vida.
Entonces vi que como yo, había otros muchos otros cateados con cara de chasco y no perdí mucho el tiempo en lamentos. Encontré unos amigos increíbles, nos lo curramos juntos y seguimos para adelante aceptando con muchas ganas que la vida en otro idioma me encantaba pero que iba a ser complicated.
Como era de esperar, con 20 años me fui de Erasmus al país que más me llamaba a gritos por dentro: Italiaaa!!!! Fue EL AÑO de mi vida. Y por primera vez, me sentí en casa fuera de ella. Un sentimiento entre extraño y feliz a rabiar, que solo he vuelto a sentir en otro lugar.
Al volver cambié mi vida de pizza, gelato, aperitivos baratísimos y fiestas 24/7 por… de casa al trabajo, del trabajo a la universidad y de la universidad a la cama. Vamos, que la depresión post-erasmus fue muy real.
Como la vida laboral aún no me fascinaba, decidí seguir con mis estudios y hacer un master. Pero esta vez no solo iba a ser en otro idioma sino que también iba a irme fuera: a Francia, ¿por qué no? Un idioma nuevo y un programa de estudios que me permitía cambiar de país fácilmente. Así que cogí todos los ahorros de mis primeros trabajos y con mucha ayuda de mis padres, me mudé a París.
Al final a la ciudad de la luz le cogí gustillo y me terminé quedando 3 añazos entre clases, prácticas en empresas y un grupo de amigos alucinantes de mil partes del mundo. Pero cuando más cómoda me sentía, me acordé de que me había prometido no apoltronarme y conocer cuantos más lugares mejor. Así que con muchas dudas en la cabeza, hice caso a mi vocecilla interior y pedí de nuevo intercambio de estudio. Esta vez más internacional.
Y así fue como terminé un semestre en… India!!! Suena muy exótico pero si te soy sincera, al llegar tenía mis dudas de haber hecho lo correcto. Un país lleno de caos, una cama enana y durísima, morriña por mi vida en París y un nuevo grupo de gente con la que no terminaba de encajar.
Pero fue cambiar el chip, ver lo interesante que era Bangalore, empezar a conocer más gente y en definitiva dejarme llevar, e India se convirtió en la mejor decisión de mi vida. Encontré mi lugar en ese caos gracias al mejor grupo de amigos que he conocido jamás y sin esperarlo desde el fondo de mi corazón, volví a sentir eso que viví en Italia: aquí es donde tengo que estar ahora.
Mis meses en India fueron cortos pero me enseñaron muchísimo. Me hicieron ver que desde hacía tiempo había dejado de escucharme. Había reprimido esas ganas inmensas de descubrir mundo, acostumbrándome a una vida cómoda que no quería.
Volví a París para exprimir al máximo todo lo positivo que tenía estar allí y en cuanto terminé el master, conseguí un trabajo, hice las maletas y cogí un tren a Berlín sin vuelta.
Lo del idioma aquí no me fue tan bien. Había aprendido muy bien inglés, italiano y francés pero el alemán se me torció un poquito. No es por poner excusas pero es que tampoco me hacía mucha falta en mi día a día.
Rodeada de italianos, polacos, franceses y españoles en mis trabajos, la verdad que estaba la mar de a gusto y el alemán pasó a ser lo último en mi lista de prioridades. Fue donde aprendí que el trabajar podía ser genial si formabas un buen equipo y que Berlín se asemejaba mucho al tipo de lugar que sí pegaba conmigo.
¿El problema? Que tras 2 años en Berlín (más los 3 previos en París) mi termómetro dijo basta a los días grises, la lluvia y los inviernos largos. Bueno eso, y que mi querido novio se había venido a Berlín conmigo un año y se le acababa el visado. Ahora era mi turno de volver a hacer caso a mi corazón y mudarme a Chile con él.
Bueno, mudarme lo que se dice mudarme en realidad no le hice hasta un año después. Porque con ya 5 años fuera de casa, me entró muchísima morriña de volver un poquito con los míos. Después de 3 meses geniales entre chilenos, aproveché que dos amigos se casaban en India para viajar un poco y parar en Madrid unos meses.
Volver y quedarme en mi ciudad un tiempo me gustó demasiado así que decidí intentar empezar una vida en la pudiese depender lo menos posible de un sitio físico para trabajar. Así, no solo podría volver a Madrid siempre que quisiese sino que también podría quedarme el tiempo que quisiese (o esa es la idea, ya sabes que en la práctica todo es más complicado).
Así que en esas estoy ahora mismo. Me he pasado los últimos 3 años de aquí para allá entre Chile, España, Portugal (recientemente) y algún que otro viaje intentando convertirme en eso que ahora llaman nómada digital.
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